La esposa de Jack Kirby juró vivir para siempre para poder sacarle tanto dinero como pudiera a Marvel Comics. ¿Cuáles fueron las razones que la llevaron a albergar tanto odio hacia la conocida como ‘La casa de las ideas’?
En 1995, un año después de la muerte de Jack Kirby, su mujer, Roz Goldstein, comenzó a recibir una pensión de Marvel Comics con la que cubrir sus gastos y algo más. Pero cuando le dijeron que la paga desaparecería con ella, hizo una promesa: juró vivir para siempre para poder sacarle tanto dinero como pudiera a la editorial. ¿Cuáles fueron las razones que llevaron a que la esposa del co-creador del Universo Marvel albergara tanto odio hacia la conocida como La Casa de las Ideas?
La historia viene de lejos. De 1961, nada menos. Allí surgiría una perenne disputa, que nada tiene que envidiar a las de Lennon y McCartney; Simon y Garfunkel o Hemingway y Dos Passos. Se trata de la pugna entre Stan ‘The Man’ Lee y Jack ‘The King’ Kirby, dos colosos de la historieta cuyos seguidores mantienen muy activo un envite que se encona más que un Coca-Cola — Pepsi o un Monarquía — República y que para muchos amantes del Noveno Arte es como tener que elegir entre papá o mamá.
Pero estábamos en el Manhattan de hace medio siglo. La maltrecha editorial Marvel, que por ser no era ni llamada oficialmente así (Timely, Zenith o Atlas eran los nombres que tomaba aleatoriamente la división de cómics de Magazine Management Company) había tenido que despedir nuevamente a casi todos sus dibujantes y colaboradores. Al frente de lo poco que se mantenía en pie se encontraba Stanley Martin Lieber, un jovial ‘cuarentañero’ que trabajaba bajo el apodo de Stan Lee, guardando su verdadero nombre para cuando tuviese tiempo de empezar a escribir la gran novela americana.
Fue entonces cuando Martin Goodman, a la sazón dueño de la empresa y esposo de la prima de Lee, acudió a una partido de golf con Jack Liebowitz, editor de la (hasta el momento) imbatible editorial rival, DC Comics. «Hemos juntado a nuestros personajes más famosos en un grupo y nos estamos forrando», le vino a decir Liebowitz a Goodman. «Róbales la idea, hagamos lo mismo nosotros», le transmitió enseguida Martin a su pariente. Pero había un problema: DC tenía a Batman, Superman, la Mujer Maravilla y Linterna Verde. Marvel no tenía a nadie.
Ese es el panorama que obliga a Stan Lee y Jack Kirby a unir sus fuerzas y hacer historia creando Los 4 Fantásticos primero y los cimientos del Universo Marvel después. Dieron lo mejor de sí mismos y lograron la conjunción perfecta, mezclando con maestría el colosalismo y el melodrama, la aventura y la trascendencia, lo cursi y lo épico. Pero todo ello sólo se palpa en las viñetas de ‘Thor’ o ‘Los Vengadores’. Tras ellas, el «cómo se hizo», la contribución, las ideas y el trabajo desarrollado por cada cuál continúa envuelto en la controversia.
Según Stan, cuando recibió la orden de crear un supergrupo su ánimo tocaba fondo. Llevaba más de dos décadas en el negocio y sólo había pasado penurias. Fue entonces cuando su mujer, Joannie, le abrió los ojos «hazlos como a ti te gustaría. Mete tus ideas en el cómic. ¿Qué es lo peor que podría pasarte? ¿Qué te despidieran?». Y de ahí surgió Mr. Fantástico, La Cosa, La Antorcha Humana y La Mujer Invisible: la Primera Familia de Marvel. La versión dada por Kirby era levemente diferente: Incluía a un Stan Lee «sentado y llorando» mientras iban a empezar a llevarse los muebles de la oficina y a él frenando el desastre. «Les dije que podía invertir la trayectoria de la compañía si aguantaba un poco más», recuerda oírle su biógrafo, Mark Evanier.
Lee y Kirby no se parecían en nada. El primero era alto, alegre, pasional, con un lenguaje rimbombante, que a veces recordaba a Shakespeare, otras a la Biblia y unas pocas era simplemente un poco peñazo. El otro, Jacob Kurtzberg de nacimiento, era pequeño, excitable y activo, siempre con un puro y dueño de un trazo espectacular, intenso e impactante. Ninguno de los dos podía soñar con el éxito que iban a gozar ellos y sus creaciones. Ni las desgracias que vendrían aparejadas.
Jack, tras soportar la Gran Depresión en su juventud, vivir en sus carnes de soldado la II Guerra Mundial y haber puesto fin a una larga carrera en el cómic junto a su ex socio Joe Simon, esperaba que de una vez por todo pudiera tener dinero de sobra para alimentar a su familia, su gran obsesión. La relación entre ambos era cordial, si bien Kirby nunca había dejado de mirar con recelo a un Stan que años atrás le había llevado el café, recogido las cenizas de su puro o borrado el lápiz de las páginas ya entintadas. Aún así, juntos crearon a Thor, Iron Man, Hulk, La Patrulla X, Magneto, el Doctor Muerte… Al principio no eran conscientes de lo que estaban haciendo. Daban palos de ciego, reciclaban ideas y conceptos. Pero supieron mostrárselo a los lectores como algo nuevo, diferente, especial. Con los «superhéroes con superproblemas» la Edad de Plata del comic-book norteamericano o, quizá de forma más correcta, la Era Marvel de los Cómics.
Alcanzado el éxito, cada uno lo interpretó de una manera. Stan, cinco años menor que Kirby (nació en 1922) decidió convertirse en la cara de Marvel: un particularísimo relaciones públicas de la empresa y de sí mismo. Se puso peluquín y su lenguaje desenfadado y juvenil de las páginas de correo se traspasó a todas sus apariciones públicas. Con palabras de cosecha propia como ‘nuff said’ o ‘excelsior’ y sonados pulsos con la censura, buscó atraer a un público universitario que no dudó en acudir a la llamada. Kirby siempre receló de esa actitud. No le daba mayor importancia a dar lustre publicitario a un género que siempre había estado ridiculizado y marginado, y se centraba en su arte y su imaginación, sin perder nunca de vista el futuro económico de su mujer y sus cuatro hijos: era capaz de dibujar tres páginas al día, y era el elegido cada vez que había que potenciar una colección. Había descubierto que con el entintado de Joe Sinnott su dibujo ganaba enteros y su afición por la mitología y la ciencia se acrecentaba página a página.
Pero poco a poco surgieron las fricciones: las discusiones creativas eran constantes, y Jack comenzó a interiorizar que su labor no era del todo reconocida. A mediados de los 60 prácticamente todo el Bullpen (así se autodenominaba el equipo de autores de la editorial) trabajaba utilizando el Método Marvel: Lee dictaba una directrices, el dibujante las plasmaba con su arte y posteriormente las páginas volvían a él para que dialogara las escenas. Pero conforme el universo se expandía, ‘The Man’ cedía cada vez más parte del argumento a sus dibujantes y algunos sentían que cargaban sobre sus espaldas el peso de las historias. Sobre todo uno: ‘The King’.
Entra en juego Steve Ditko
Entra entonces en escena un tercer coloso del dibujo. «Stan quería que Kirby fuera Kirby, que Ditko fuera Ditko… Y que todos los demás fueran Kirby», recordaba el dibujante Don Heck el imprescindible libro Marvel Cómics: La historia jamás contada, de Sean Howe. Pero… ¿Quién era Steve Ditko? Ditko es el gran olvidado de la pugna entre los dos grandes fundadores de Marvel, cocreador del Doctor Extraño… y de Spiderman, el emblema de la compañía. Alto, delgado, calvo y serio, nadie sabía dónde vivía o quiénes eran sus amigos. En cambio, era conocida por todos su devoción por la filosofía objetivista de Ayn Rand y su capacidad para idear argumentos e imágenes que dotarán a Peter Parker de una irresistible angustia adolescente con la que se identificarían cientos de miles de lectores.
Su unión artística con Lee comenzó en 1962, dio lugar a 38 números irrepetibles y acabó pronto y mal: tres años después ya no se hablaban, y aún así se las arreglaban para seguir discutiendo. Hasta que un día de 1966 Ditko llegó a la redacción y anunció que lo dejaba. La relación con Lee ya estaba deteriorada, y las falsas promesas de un aumento de sueldo por parte de Martin Goodman tampoco ayudaban. En el lado artístico, la pugna entre guionista y dibujante por imponer quién se encontraba tras la máscara del Duende Verde tampoco contribuyó a un acercamiento. Lee hizo valer su poder como editor y decidió que fuera un personaje conocido en la strip, el padre de Harry, Norman Osborn. Ditko, al que tampoco le gustaban las líneas de velocidad o las onomatopeyas que incluía Lee en sus viñetas, quería que fuera un personaje desconocido.
A su marcha, Ditko escribió una carta a Kirby pidiéndole que lo acompañara pero Jack no lo hizo… En ese momento. El contexto cambiaría cuando Martin Goodman vendió la compañía a Perfect Film y Chemical Corporation por «menos de lo que valía sólo el Hombre Hormiga» (‘The King dixit’). La familia Kirby cada vez soportaba menos el reconocimiento que Marvel estaba alcanzando no sólo entre el público, sino también entre la prensa, para quienes Stan Lee comenzaba a ser un ídolo y «el gran hacedor». El problema es que esa imagen no distaba de la que también tenían los nuevos dueños de Marvel. Así que cuando en 1970 Kirby recibió la llamada de un ejecutivo que le preguntaba cuándo recibiría el nuevo contrato que le habían ofrecido, éste se llevó un teléfono colgado bruscamente como respuesta.
«Hubo muchos incidentes que llevaron a Kirby a abandonar Marvel en 1970», recuerda Evanier en Kirby, el rey de los cómics «pero todos podrían resumirse en dos epígrafes principales: la negativa de la compañía a firmar ningún tipo de acuerdo económico a largo plazo con él» y «la sensación que tenía Jack de que había hecho mucho más que dibujar las ideas de Stan. También eran sus ideas y en ocasiones, eran más suyas que de Stan. Jack quería ser reconocido».
Kirby se marchó a la competencia, DC Comics. Haciendo un símil futbolístico, el impacto sería el mismo que produciría que la estrella del Barcelona firmase por el Madrid o viceversa. Pero en su nueva aventura, Jack se estrelló. Nunca se sintió a gusto en la Distinguida Competencia, notaba que no era su lugar. Proponía nuevos formatos y temas, pero sus sugerencias caían en saco roto. Trabajaba como autor completo, pero a su Superman le redibujaban las caras, y su epopeya cósmica, el Cuarto Mundo, fue un fracaso económico. Sus dobles páginas, su maravilloso sentido de la épica y la narrativa seguían allí. Pero sus personajes hablaban de una forma teatral y extraña, y en definitiva, les faltaba algo. Les faltaba alma. Porque para buena parte de lectores, esa alma, por mucho que le doliese en su fuero interno, la ponía Stan Lee. Como señala el escritor Rafael Marín «todo o casi todo había asomado ya a las páginas de los cómics. Pero Lee le dio la vuelta, los mostró con su lado humano, potenció el melodrama y el tebeo romántico, recurrió a la fantasía y la ciencia ficción y, como por arte de magia, todo eso se quiso ver como nuevo, se respiró como innovador». Eso ya no se sentía en las obras de Kirby en solitario.
Jack volvió a Marvel en 1975, pero no fue lo mismo. Fue bienvenido y se le permitió ser editor, guionista y dibujante de sus colecciones. Pero su trabajo ya no brillaba igual, tenía problemas en un ojo y colecciones como ‘El Dinosaurio Diabólico’ o ‘El Hombre Máquina’ pasaron con más pena que gloria. Algunos lectores lo llamaban cruelmente «Jack The Hack» (El Vulgar). Cruzó la acera de nuevo, rumbo a DC, pero la década de los 80 la dedicó a una nueva lucha: la devolución de las miles de páginas que había dibujado a lo largo de su carrera en Marvel (los llamados originales) y los derechos como autor de los principales héroes de la compañía. El sentimiento de que Jack había sido maltratado por Marvel y no había gozado del reconocimiento adecuado era general en toda la industria. Pero en sus reclamaciones ‘The King’ se pasó de rosca. Malaconsejado, restó cualquier tipo de mérito a Stan Lee en las creaciones del Universo Marvel y se atribuyó hasta la creación de Spiderman, un personaje que nuca supo dibujar.
Fueron tales sus excesos que hasta hicieron salir de su guarida a Steve Ditko, quién volvió a dibujar una figura de Spiderman 50 años después para comparar su diseño con el que había propuesto Kirby para el personaje, desechado en su momento. Una vez fuera de Marvel, Ditko tampoco había vuelto a cosechar un éxito similar. Creo varios personajes para la Charlton y DC, como Blue Beettle, Halcón y Paloma o Mr. A, pero prácticamente todos fueron ignorados por el gran público.
Curiosamente, aunque Ditko nunca gozó del tirón de Kirby en los 60, durante su etapa en Spiderman sí fue reconocido como argumentista, hecho utilizado por los defensores de Stan Lee para tirar por tierra parte de los argumentos de los detractores a ultranza del mismo, esos que, con la imagen ‘The Man’ potenciada a escala mundial por películas, series, programas de televisión, cómics y videojuegos, han acabado apodándolo Satán Lee.
Curiosamente, Lee fue el primero en acreditar no sólo a los dibujantes, sino a los entintadores, coloristas e incluso rotulistas de los cómics que editaba. Vistos con ojos contemporáneos, puede parecer lo normal, pero estamos hablando de una industria en la que Bob Kane se pasó décadas firmando como autor completo de las aventuras de Batman cuando hasta un niño de seis años podía identificar el diferente estilo de los negros que escribía o dibujaban las aventuras del Hombre Murciélago. Asimismo, pese a la confusión que puede existir al respecto, los superhéroes Marvel nunca han sido propiedad, siempre han sido de la compañía (ahora propiedad de Disney). Compañía con la que, eso sí, siempre se identificó. Ahí radicó su éxito.
En lo artístico, Stan continuó rodeándose de grandiosos dibujantes como John Romita, Gene Colan o Gil Kane mientras ejercía de editor jefe de Marvel. Posteriormente, cedió el testigo a las nuevas generaciones encabezadas por Gerry Conway y Roy Thomas (parodiado hirientemente junto a Lee en una de las colecciones de Kirby en DC). También fue muy valorada su operística etapa en Estela Plateada con arte de John Buscema (Estela, personaje ideado, paradójicamente, por Jack Kirby). En los años 80, dejó las oficinas de Marvel y se mudó a la Costa Oeste. Allí se pasó años intentando que los productores de Hollywood le hicieran caso a los superhéroes sin mucho éxito… Hecho que cambiaría bruscamente con la llegada del nuevo milenio. Ahora Marvel manda en el cine y el bueno de Stan continúa guionizando las tiras de prensa de Spiderman entre cameo y cameo.
Kirby falleció el 6 de febrero de 1994. Pese a que su relación con Stan pasó por momentos muy críticos tras algunas entrevistas en las que lo tildaba de «ser una peste», en su último encuentro se mostraron afables. Lee acudió al entierro, yéndose discretamente antes de que la mujer de Jack pudiera acercarse a darle un abrazo. Roz cobraría 27 mensualidades de Marvel antes de fallecer en 1998. Actualmente, sus hijos siguen manteniendo una disputa legal por los derechos de los personajes de Marvel y Jack Kirby es considerado el mejor dibujante de superhéroes de la historia del comic-book norteamericano.
Steve Ditko sigue vivo, recluido en su apartamento de Manhattan, manteniéndose con su paga de veterano y haciendo esporádicos dibujos para un fanzine en blanco y negro. Periodistas de todo el mundo han querido acercarse a él, hacerle reportajes, grabarle documentales. Su respuesta ha sido siempre un rotundo «No».
En 2008, los originales de ‘The Amazing Fantasy 15’, en cuyas páginas tuvo lugar la primera aparición de Spiderman, salieron a la luz. Su precio en el mercado es de millones de dólares. Según la rumorología, Stan Lee fue quién los recuperó (o quien los guardaba en su garaje). Siguiendo esa línea especulativa, se los habría ofrecido a Steve Ditko, quién los dibujó en 1962. Pero este no se pensó mucho la respuesta: «No los quiero. Ya cobré por ese trabajo». Los originales se guardan ahora en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Fuente: El mundo