A 40 años del inicio de la saga y ante el estreno del Episodio VIII, el actor detrás del mítico Luke Skywalker le cuenta a LA NACION Revista cómo se entrenó para el regreso, por qué tardó en decidirse y cómo «a veces los villanos pueden traer más felicidad que los héroes»
Dicen que los héroes jamás se cansan. Y las leyendas tampoco. Como dueño del raro privilegio de poseer ambos atributos, Mark Hamill siente que es su deber honrarlos todo el tiempo. Pero Hamill es humano, aunque más de un fanático de Star Wars pueda decepcionarse con esta comprobación luego de aplaudirlo a rabiar y emocionarse hasta las lágrimas al verlo aparecer primero en la pantalla y luego en vivo y en directo para recibir la máxima distinción que otorga Disney a sus estrellas en la edición 2017 de la D23 Expo, el encuentro que reúne cada dos años al mundo Disney con sus seguidores.
Ese fan, multiplicado en los miles que lo ovacionaron de pie en el centro de convenciones de Anaheim y en los millones de seguidores de Star Wars alrededor del mundo, mira mucho más allá. No ve a Hamill como un semejante, sino como un personaje mítico, extraordinario, de inconmensurables alcances. Es Luke Skywalker, héroe indiscutido de las primeras películas de la saga creada por George Lucas. Apareció como uno de los grandes protagonistas en la producción original de 1977 (hoy ubicada en la cronología de Star Wars como el Episodio IV y rebautizada Una nueva esperanza) y permaneció allí en los dos títulos siguientes hasta esfumarse por completo al término de El regreso del Jedi (1983). Hasta ahora.
Luke Skywalker reaparece en el final de El despertar de la fuerza (2015), de J. J. Abrams. En la escena final está de espaldas, oculto detrás de un largo capote y una capucha hasta que revela su rostro ante Rey (Daisy Ridley), la valerosa guerrera de la Resistencia que finalmente lo encuentra al borde de un mar embravecido, en un acantilado rocoso. La áspera superficie del planeta Ahch-To, una de las pocas cosas que se revelan y que sabemos antes del esperadísimo estreno del Episodio VIII en la Argentina, el jueves próximo. La única pista había sido entregada en el episodio previo por Han Solo (Harrison Ford), cuando le cuenta a Rey que Luke se había convertido en el conductor de una especie de academia para la formación de futuros Jedi hasta que uno de sus alumnos «se rebeló contra él y destruyó todo». En la brevísima secuencia del cierre de El despertar de la fuerza, Luke no dice ni una sola palabra. Su imagen hecha regreso alcanza para ampliar los enigmas, profundizar el misterio, devolverle al futuro de Star Wars buena parte de la mística de sus comienzos. Mucho más desde que la saga perdió a uno de sus emblemas, Carrie Fisher, la princesa Leia Organa, fallecida hace casi un año, el 27 de diciembre de 2016.
Después de aquel prólogo mudo cargado de incógnitas, Luke Skywalker (o Mark Hamill, el héroe, la leyenda) se anima a hablar. Pero no dirá nada sobre el Episodio VIII, titulado para su estreno en la Argentina como Los últimos Jedi. La trama de la película que escribió y dirigió Rian Johnson (Looper) está guardada bajo siete llaves. Pero a Hamill, que luce cansado después de una maratónica semana de agasajos, reconocimientos, actividades promocionales y la excitación propia e inevitable de sentir en carne propia la resurrección del personaje más importante de su carrera, todavía le sobran energías para alimentar aún más las expectativas sobre su regreso. A solas con LA NACION revista en una de las suites del hotel más elegante de Beverly Hills, viaja hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Dice que Star Wars le dio todo. Le regaló el mundo. «Me transformó en el amigo de todos y de cada uno. Cada persona que me reconoce en cualquier parte del mundo me dice que soy parte de su familia. Esta historia también escribió la historia de mi propia vida, porque mi hijo mayor nació en medio de la producción de El Imperio contraataca», dice mientras recupera energías que parecían perdidas en el comienzo de la charla.
Hamill tiene 66 años (los cumplió el 25 de septiembre), cabellera y barba entrecanas y un vigor que nace sobre todo de su voz, la herramienta clave de su trabajo actoral durante muchos años, sobre todo desde que su presencia en Star Wars entró en un cono de sombras. Esa misma voz se carga de genuina nostalgia cuando menciona a Carrie Fisher. «Es buenísimo volver a conectarme con toda esta gente, con todos estos personajes, con la historia de Star Wars. Está bien, hubo una larguísima brecha entre aquellas primeras películas y estas. Me casé, tuve tres hijos, me mudé y ahora estar aquí otra vez, y haberme reencontrado con Carrie, fue como regresar a mi zona de confort. Ella me conocía bien, yo la conocía bien a ella. No cambiamos mucho en todos estos años, a excepción de lucir un poco más grises [risas] como todos los demás. Ella siempre confió en mí. Se la pasaba en el set haciendo chistes, como una especie de mecanismo de defensa. Carrie parecía siempre un poco cruel y cínica, pero lo hacía para disimular su costado más vulnerable. Era una mujer muy fuerte y debajo de esa capa tenía otra, más imperceptible, muy tierna y muy dulce. Muy femenina. Pensar que cuando empezamos ella tenía nada más que 19.»
Deben ser muy fuertes e intensos para usted los recuerdos de ese reencuentro y del rodaje que compartieron, sobre todo en el caso del Episodio VIII, la película que estamos por ver.
Con George [Lucas] y con Carrie nos reunimos en 2013 para hablar de las versiones en Blu-ray de la trilogía original y de una posible serie animada, hasta que de repente George empezó a tantear la posibilidad de hacer una nueva trilogía. No había terminado de hablar cuando Carrie se plantó y dijo a los gritos: ¡Yo la hago! ¡Cuenten conmigo! Lo primero que hice fue poner cara de po ker. Me llevó como seis semanas pensarlo. Me asustaba todo lo que podía pasar de sólo imaginarlo. Al final dije: ¡OK, reclútenme! Si no aceptaba me iba a convertir en el hombre más odiado de la Tierra, con gente instalada alrededor de mi casa y con antorchas, en vez de espadas luminosas, listas para prenderles fuego a mis ventanas.
¿Cuánto tuvo que ver Carrie Fisher en esa decisión?
Hoy siento que ser parte fundamental de la experiencia Star Wars es pura felicidad para mí. Carrie me ayudó a entenderlo todavía más. Ella lo sentía con mucha más intensidad que yo. Decía todo el tiempo: «Yo soy Leia y Leia es como yo». Lo mío era un poco distinto. Yo soy Luke Skywalker, pero Luke Skywalker no es precisamente como yo. Me cuesta mucho no hablar de ella en tiempo presente.
La última vez que interpretó a Luke fue en 1983. ¿Tuvo que reconstruir al personaje desde la nada para esta reaparición?
Tenía que reencontrar a Luke de la manera más fresca, original y actual posible. Y reconocer al mismo tiempo que hay una distancia enorme desde El regreso del Jedi y estos dos nuevos episodios. El primer paso, y el más importante, es considerar al guión como tu Biblia. Saber qué tipo de historia estamos contando, de qué manera mi personaje se suma para aportar algo importante, cómo encaja dentro de la trama. Star Wars logró recuperar buena parte de sus personajes originales, Luke, Leia, Han Solo, pero había que hacerlo con mucha inteligencia para evitar que la expectativa se convirtiera en decepción. Podría decirte de manera muy egoísta que me encantaba la idea de volver a trabajar con Harrison Ford. Pero tenía que ser algo útil para la historia. De lo contrario, no sirve.
Era un gran riesgo para usted aceptar este regreso, seguramente por el temor de alterar aquella memoria gloriosa de las tres primeras películas. Pero a la vez, la tentación era enorme: volver a un personaje amado de su carrera, seguramente el más importante.
Hay algo de verdad en ambas cosas. Como Star Wars se convirtió en algo muy, muy grande, esta posibilidad de volver me resultaba intimidante. Me colocaron frente a un compromiso abrumador. Hubiese sido mucho más cómodo para mí no hacerlo, porque la historia de Luke creo que ya ha sido contada. Pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en aquella experiencia maravillosa. Y Carrie ya tenía decidido volver. Harrison al principio tuvo algunas dudas, pero al final también aceptó, y pensé que, tal como estaban las cosas, mucha gente se hubiese desilusionado mucho si yo no seguía ese camino.
¿Con qué clase de Luke Skywalker nos vamos a encontrar en Los últimos Jedi?
Esta película es muy diferente a las Star Wars anteriores. Ya no tengo el rostro amigable y joven del pasado. Tampoco el cuerpo. Por eso, para estar a la altura de las exigencias, durante 50 semanas me metí en una sala de torturas que en realidad fue un campo de entrenamiento. Y dejé de comer todo lo que me gustaba: nada de lácteos, helados, azúcar ni harinas. Todo lo verde con aspecto de comida vegetariana era lo único que iba a la boca. ¡Jamás en mi vida había comido ensaladas en el desayuno! Y tenía un gimnasio en mi casa. Nunca llegué tarde a una toma ni me perdí una jornada de trabajo, a diferencia de otras personas como ¡cof cof! Carrie. ¡cof cof!
Ustedes no quieren revelar nada acerca de la trama del nuevo film. ¿Podríamos al menos saber cuáles serán las primeras palabras de Luke en Episodio VIII?
Me gustaría, pero mis problemas de memoria de corto plazo me lo impiden. Lo que sí podría contarte es lo que debería haber dicho cuando volví a empuñar el sable luminoso: «Ese sable viene con la mano incorporada. ¿Pensás llevarte las dos cosas juntas? Ahora en serio, si las cosas resultan diferentes es porque Rian [Johnson, el director de Los últimos Jedi] escribió la historia e hizo la película. Le dije que estaba aterrado de sólo imaginar que la cámara se acercaría y enfocaría mi rostro. Y Rian me respondió, muy tranquilo: «Yo también.». Me dejó muy tranquilo y me dijo que me había visto en todas las películas en las que trabajé como voice actor. Nadie transpiró en el set, nadie se enojó. Hicimos realidad un sueño y Rian se convirtió en uno de mis directores favoritos de siempre. Hay humor, unas cuantas caras muy graciosas. Y también hay acción, se lo puedo garantizar.
Justamente ese magnífico trabajo suyo como actor de voz lo alejó del riesgo de quedar estereotipado como Luke Skywalker.
Tal cual. Cuando terminé con la primera trilogía tenía que probar suerte en otro lado y mi voz me ayudó para tantear posibilidades en Broadway. Porque ese mundo del teatro está mucho más abierto y preparado para las audiciones de lo que nos imaginamos. Llegué a hacer audiciones para la puesta de Amadeus y sir Peter Hall, el gran director de teatro inglés, nunca había visto Star Wars. Fue la primera vez que tuve que usar el acento británico. Allí se abrió un nuevo mundo para mí. Esa experiencia teatral, a la que se sumó la de El hombre elefante, me permitió cumplir otro sueño hecho realidad, trabajar en animación. Como usted sabrá, un actor de carácter es aquel que logra desaparecer todo el tiempo detrás de su personaje. Y la animación es perfecta para lograr ese objetivo. Sólo necesita una buena voz. Las posibilidades son inmensas. Usted puede hablar más fuerte o con una expresión más profunda. Hablar rapidísimo o esconderse detrás de un personaje de 300 kilos. O explorar cualquier tipo de acento.
¿Quiere decir que como actor de voz encontró su definitiva vocación?
Star Wars fue mi primera película. No gané 35 nominaciones al Oscar ni pensé jamás que podía llegar a cambiar el mundo con mi trabajo como actor. Cuando me preguntan si quiero ser recordado por algún determinado papel les respondo: ninguno. De cualquier manera, todo esto que me pasa con el regreso de Luke es un bonus track para mi carrera. El dinero jamás funcionó como un estímulo o una motivación. Nunca pensé en hacerme rico. Lo único que quiero es desarrollar mi trabajo en este mundo que amo. Por eso jamás me molestó quedar identificado como el típico y clásico villano de la animación cuando empecé a ponerle la voz al Guasón. Trabajar en esas aventuras animadas de Batman fue extraordinario. Y también un riesgo, porque al estar tan identificado con un villano no podía hacer del Hombre Araña o de alguno de Los Cuatro Fantásticos. Pero lo disfruté mucho y lo sigo haciendo. Los villanos a veces pueden traerte más felicidad que los héroes. Aunque ahora veo a Tom Holland, el nuevo Hombre Araña, y es como si me estuviese viendo en el espejo. Es un poco más joven que yo, pero siento que su camino es muy parecido al que tuve cuando empecé haciendo de Luke.
Ya no hay límites ni fronteras cuando se habla de Star Wars. Sus alcances son infinitos.
Me acuerdo de cuando hicimos la primera película, en 1977. Había un equipo británico convencido de que estábamos contando un cuento para chicos casi descartable. Lo menospreciaban. Es que nadie tenía un punto de referencia en ese momento para Star Wars. Podía tener un poco de Flash Gordon, otro poco de Dan Dare el piloto del futuro, una vieja historieta de aventuras muy popular en el Reino Unido. Pero lo original y extraordinario de Star Wars pasaba por otro lado.
¿Por cuál?
Estaba seguro de que Star Wars iba a convertirse en un éxito porque a la fantasía y a la ciencia ficción se le agregaban grandes momentos de humor. En aquel tiempo, el cine de ciencia ficción era muy seco, pura aridez. 2001 Odisea del espacio es brillante, pero los espectadores no reaccionaban al verla con un torrente de carcajadas. Star Wars, en cambio, remite mucho más al western, a las películas de la Segunda Guerra Mundial. Y la música fue otro elemento clave: en vez de sonidos electrónicos apareció John Williams con una partitura que hacía que la película no solamente se escuchara, sino que se viera cada vez mejor, como un truco de magia épico y emotivo, que de paso nos traía de vuelta a los grandes compositores clásicos: Kornglod, Max Steiner, Bernard Herrmann. ¿Quién hubiese anticipado que Star Wars iba a convertirse en un fenómeno tan perdurable de la cultura popular? Nadie. Tal vez George Lucas, nadie más.
Usted contó al recibir el título de leyenda de Disney que colecciona objetos raros de memorabilia de la historia de ese estudio. Ya es fan de Disney. ¿Lo será también de Star Wars?
Seguramente sí. Pero lo importante de Disney es que miro hacia atrás y me encuentro con un mapa que me marca el camino y la llegada al destino que soñaba de chico. Mi primera gran conexión con el mundo del entretenimiento eran las tiras cómicas de los diarios. Con ellas aprendí a leer y después a dibujar. Tenía mis propios cuadernos de historietas. Y después llegaron los dibujos animados, los Looney Tunes de la Warner, Rocky y Bullwinkle, las películas de Disney: La dama y el vagabundo, Dumbo. Lo que Disney me brindó fue un tutorial acerca de cómo hacer carrera en el mundo del entretenimiento. Clarence Nash, el hombre que le puso voz al pato Donald, fue el primero que me hizo entender lo que significaba un actor de voz.
Por eso no debe haberse sorprendido cuando Disney adquirió Lucasfilm y se convirtió en dueño de Star Wars.
Para mí Star Wars es un cuento de hadas tan perdurable en el tiempo como Cenicienta o Blancanieves. Además, como en todos los cuentos de hadas, Star Wars transcurre en un tiempo indefinido. Fíjese en el efecto que tienen esas historias en el público: Blancanieves fue un éxito cuando la película se estrenó a fines de la década del 30, a mediados de los 40, a principios de los 50 y así sucesivamente. Todos estos relatos funcionan porque son perdurables.
¿También Star Wars? ¿De qué manera?
Me acuerdo cuando Lucas me acercó el primer guión de la película original de 1977 y un amigo me dijo: «Es buenísimo, pero no es ciencia ficción. Hay un hechicero, una princesa, un tipo peleador, un mecánico. ¡Se parece a El mago de Oz!». Si en vez de una nave espacial viajamos al pasado en un carruaje tirado por caballos, la historia de Star Wars se parece mucho a la de esos cuentos infantiles que empiezan con Había una vez. Me pasaba lo mismo con la película original de King Kong, la de 1933. Me partía el corazón cada vez que la veía. Yo crecí amando ese mundo de fantasía: Frankenstein, monstruos gigantes, historias fantásticas, aventuras sin fin. Una vez le dije a Harrison Ford: «¡Ey, nuestras caras aparecen en las cajas de cereales! ¡Y estamos enmascarados!»
Star Wars cumple 40 años en 2017. ¿Qué significa para usted formar parte de este mundo?
Gracias a Star Wars todos me aceptaron como la persona que soy antes de que yo les pidiera algo a cambio. A mí me gustaba en otro tiempo pararme en el medio del Central Park en Nueva York para ver pasar a la gente. Ahora no me puedo quedar ni un minuto ahí, porque todos me ven a mí. Quizá por esto de ser reconocido en exceso sienta un 3 o 4 por ciento de frustración, pero el 97 por ciento restante es maravilloso, especialmente en el aspecto multigeneracional. Los que eran chicos en los 70 ahora se me acercan, me cuentan que conocieron a sus parejas en la fila de las primeras películas de Star Wars y me muestran a sus hijos. Todos juntos van al cine a ver las películas nuevas. Van a pasar 50 años más y seguirán apareciendo variaciones, pero en esencia lo que va a contarse es la misma historia.
1951
Mark Richard Hamill nace en Concord, California,
el 25 de septiembre. Crece entre Virginia, Nueva York y Japón; su padre era capitán en la Armada de EE.UU.
1977
Comienza su camino en Star Wars como uno de los grandes protagonistas de la saga. Sufre un accidente de autos que cambia la historia de su personaje
1980
Junto a Carrie Fisher y Harrison Ford protagonizan también El Imperio contraataca
1983
El regreso del Jedi completa la trilogía original
1992
Comienza a interpretar a The Joker en Batman: La serie animada y se destaca desde entonces como un actor de voz
2015
Su personaje, Luke Skywalker, reaparece en el final de El despertar de la fuerza, el film que marca el esperado regreso del trío original
2017
Vuelve a lo grande con Los últimos Jedi, que se estrenará este jueves
El futuro
Hamill se sumó al elenco de Con Man, película que se estrenará en 2018 y cuenta la historia de un precoz y exitoso empresario que hizo fortuna en la década del 80 gracias a un complejo mecanismo de estafas. Interpreta al padre del protagonista
Fuente: La Nación