Sólo una compañía como SEGA puede verse ante una situación tan surrealista como la que vivió con el lanzamiento de SEGAGA. El que fuese el penúltimo juego de la compañía para Dreamcast también era, en cierto sentido, el juego que pronosticaba la caída en desgracia de la empresa japonesa.
A medio camino entre la parodia y el homenaje, SEGAGA miraba al cada vez más negro oscuro de SEGA para convertirte en el héroe que, con algo de suerte, salvaría la compañía del colapso financiero. Otro gran ejemplo de aquello de «la realidad siempre supera a la ficción».
Un RPG sobre salvar a SEGA de la quiebra
Desarrollado en secreto durante dos años, SEGAGA estaba lejos de querer ser una crítica a la situación de SEGA o los controvertidos cambios que tenía por delante, pero las posteriores decisiones de la compañía lo convirtieron en un juego aún más atípico de lo que ya proponía.
Cómo Peter Molyneux pasó de vender judías estofadas a crear videojuegos tras engañar a Commodore
Presentado como un «simulador de SEGA», el juego nos presentaba una enorme mazmorra dentro de las oficinas de la compañía en la que debíamos enfrentarnos a mascotas, trabajadores y directivos de la empresa mientras los intentábamos contratar para crear distintos equipos de desarrollo cuyas obras salvasen la compañía.
De espíritu RPG, los combates nos plantaban ante una pelea de insultos en la que gritarle a diseñadores, programadores y jefazos que sus juegos eran una basura para bajarle la vida y, si teníamos suerte, entrar en un minijuego en forma de entrevista de trabajo en la que poder coleccionarlos y sumarlos a nuestro equipo.
De hacerlo bien podríamos darle la vuelta a un mercado en el que SEGA sólo mantiene un 3%. Cerca de alcanzar el monopolio, nuestro gran rival era una compañía llamada DOGMA claramente inspirada en Sony y la hegemonía de su PS2.
Un lanzamiento más emotivo de lo esperado
La negativa inicial por parte de SEGA a lanzar un juego que pudiese dejarles en mala posición se sumó a problemas de licencias al incluir elementos como el Ferrari de Out Run o la figura de Segata Sanshiro que torpedearon un poco el desarrollo, pero finalmente el equipo de Sega Hitmaker, creadores de Virtua Tennis y Crazy Taxi, apadrinó el proyecto asegurando su continuidad.
Plagado de parodias y referencias a personajes y juegos propios y de la competencia, SEGAGA debía ser el típico juego fanservice imposible de trasladar a otros mercados por la dificultad que conllevaría adaptar todos sus chistes al resto de culturas.
Sin embargo, apenas unos meses antes del lanzamiento del juego, SEGA anunció al mundo que el 31 de marzo de 2001 dejaría de fabricar unidades de Dreamcast y abandonaría el mercado de consolas para convertirse en desarrolladora third party.
Los 10 mandamientos de Mickey Mouse: todo lo que un parque de atracciones puede enseñarnos sobre el diseño de videojuegos
Dos días antes de que aquella sentencia de muerte de la consola se hiciese efectiva, SEGAGA llegó al mercado con un presupuesto de promoción cercano a los 200 euros -100 euros se los gastó su creador en una máscara de lucha libre con la que ir a firmar copias-.
Pese a tener todo en contra consiguió ser un relativo éxito y, por lo que supuso a nivel emocional para el ocaso de la compañía, se convirtió en toda una celebración para los fans de SEGA.