En 1967, dibujé «a cuchillo» la vida del Che, con guión de Oesterheld

Con ilustraciones de los Breccia (padre e hijo) y guión de Oesterheld, se publicó una historieta sobre el Che a escasos meses de su muerte

En 1967, poco después de la muerte del Che Guevara en Bolivia, Héctor Oesterheld se juntó con mi viejo, Alberto Breccia, y conmigo para decirnos que el editor Carlos Pérez (que había trabajado para Eudeba como jefe de producción en el Centro Editor de América Latina) y que era a su vez empleado del editor Jorge Álvarez, le había encargado un proyecto que se llamaría «Biografías»; 12 libros en formato historieta de más o menos 70 páginas.

Héctor y Pérez ya tenían una lista de los personajes que integrarían la colección: Sandino, Fidel Castro, Pancho Villa, Simón Bolívar, Tupac Amaru y otros, pero estaba decidido que el primer libro sería «La vida del Che».

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Lo querían hacer lo antes posible, porque a Pérez lo entusiasmaba la idea de que fuera la primera historieta hecha luego de la muerte del Che.

De común acuerdo, entre los tres decidimos que mi viejo haría la parte inicial, la más documentada desde el punto de vista histórico, y que abarcaría desde el nacimiento de Guevara hasta su partida al Congo. Yo me encargaría de ilustrar «el libro del Che en Bolivia». En la primera parte, la narración es en tercera persona. En la parte que yo ilustré, «habla» el Che, ya que está basada en su Diario.

Las páginas que se reproducen en esta nota tienen guión en italiano porque es la única edición que tengo a mano, vale aclarar.

Como en el relato que imaginó Héctor las partes de cada uno irían intercaladas, era necesario que el estilo de dibujo fuera absolutamente diferente para ayudar al lector a distinguir -también desde lo gráfico- las distintas etapas por las que pasaba el personaje.

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En la edición italiana que tengo, la historia está dividida en partes que se titulan: BOLIVIA – ERNESTITO – EL CHANCHO (que era el sobrenombre del Che en su juventud)- EL CHE – SIERRA MAESTRA – HIGUERAS. Pero no recuerdo si en la edición original era así.

El estilo usado por mi viejo fue más tradicional y descriptivo, mientras el mío era más expresionista, para lo cual aproveché la xilografía que por esos días hacía en forma autodidacta, que se distingue por los contrastes violentos hechos en blanco y negro puros, sin la utilización de grises. Ese «estilo» se prestaba más a la violencia del combate y a la creciente oscuridad de la historia a medida que ésta se acercaba a la muerte.

Recuerdo que, luego de muchas discusiones, Héctor aceptó escribir dos guiones de 35 páginas cada uno por separado, uno para mi padre y el otro para mí. Eran guiones muy simples donde sólo figuraban los diálogos, pero sin las habituales «descripciones gráficas» de toda historieta, para dejarnos entera libertad de creación.

No gané ni un mango por mis 35 páginas, porque para lograr el efecto de grabado en madera dibujaba sobre una cartulina enyesada de tres milímetros de espesor. Casi sin usar el lápiz, ponía la tinta china negra con un pincel grueso y luego raspaba con la punta de un cuchillo. Eran cartulinas inglesas que costaban mucho y lo que me pagaban por página era menos de la mitad de lo que me salía cada hoja.

La cara de Guevara es muy sencilla de dibujar; el resto era selva, fuego y furia

 

La xilografía, con sus contrastes de negro y blanco, casi sin grises, fue la técnica usada por Enrique Breccia. Aquí, el momento en que el Che es herido y capturado.
La única documentación que teníamos era un ejemplar del diario cubano Gramma. Fue muy útil para mi viejo que debía dibujar lugares y personajes reales, a mí no me sirvió porque la cara de Guevara es muy sencilla de dibujar, y todo el resto era selva, fuego y furia.

Héctor protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos, “embrutecidos”, decía
Fueron tres meses de trabajo continuo, de pura adrenalina y discusiones frecuentes. Héctor protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos (embrutecidos era la palabra que usaba) y yo le respondía que no estaba dibujando un western donde todos son lindos. Pero además le dije que lo hacía deliberadamente después de enterarme que en 10 meses de campaña no se había sumado ni un solo campesino a su columna. «¡Estás volviéndote loco! ¿quién te creés que sos, el reclutador de Guevara?», contestaba enfurecido.

Por supuesto tenía razón. Sin darme cuenta me estaba dejando «ganar» más y más por el personaje a medida que avanzaba el trabajo. No sólo porque tenia 21 años y aquellos eran tiempos de mucha ebullición política, sino porque ideológicamente hablando me definía como peronista, pero hacía poco que había dejado Tacuara y en el momento de hacer el Che estaba en la Federación Gráfica Bonaerense, el «luche y vuelve» y todo eso: yo era un «guiso» político con patas.

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Pero cuando Héctor me preguntó porqué razón dibujaba esa historieta, sin vacilar le contesté «por peronista». Creo que respecto al Che a Héctor le ocurría algo similar, aunque al menos conmigo nunca se definió políticamente. Me decía que lo que admiraba en Guevara era su compromiso y coherencia políticas, y por la pasión que ponía al escribir el guión eso era evidente. Me decía «quiero que haya poesía en los combates», y sin duda logró lo que se proponía. Además admiraba al Che como escritor. Afirmaba convencido que el «diario del Che en Bolivia» era una obra maestra.

Las imágenes se hacían más y más extremas en términos gráficos; no fue casual que usara un cuchillo…
Ya pasaron 50 años, y sin embargo recuerdo con toda nitidez cada día de trabajo y cada charla, porque a medida que avanzaba me comprometía más con el personaje, las imágenes -sin proponérmelo porque el apuro no dejaba tiempo para reflexiones intelectuales…– se hacían más y más extremas en términos gráficos, y hoy me parece que no fue casual que usara un cuchillo para dibujarlo.

Por otro lado, la mayor preocupación de Pérez era que la diferencia de estilos hiciera incomprensible la historia, pero nosotros tres terminamos convenciéndolo de lo contrario y luego el éxito de ventas nos dio la razón.

Álvarez le dijo a Héctor que, dadas las circunstancias políticas del país, le parecía más prudente para él que su nombre no apareciera, pero él se negó rotundamente. No recuerdo cual fue la posición de mi padre, pero a mí me gustó la postura de Héctor y dejándome llevar por la desmesura -que mi juventud explica pero no disculpa- le pedí a Álvarez firmar una por una mis 35 páginas porque estaba orgullosísimo de mi laburo, pero él se negó diciéndome con sensatez que bastaba con nuestros nombres en la tapa. En realidad lo que pasaba era que yo no lo consideraba un simple «trabajo», tanto es así que luego de eso ninguna otra historieta logró que me sintiera tan profunda y totalmente involucrado en todo sentido, y no hubo otro trabajo que dejara en mí una huella indeleble que no se atenuó ni un poco en medio siglo.

Apenas la edición apareció en los quioscos, el diario La Nación publicó un editorial titulado «Confusión», donde advertía sobre los peligros de la captación ideológica. Es curioso que un diario conservador viera con claridad lo que los editores de historietas no veían: el potencial de penetración masiva del género como vehículo de difusión de ideas.

El ejército allanó la editorial, secuestró todos los originales y nunca supimos qué fue de ellos. Aunque un tiempo después, un alto directivo de la Editorial Atlántida que era amigo de Guillermo Borda, ministro del interior de Onganía, me aseguró que ese funcionario tenía enmarcada en su casa una página mía de dos cuadros, en la que el Che le ordena a su verdugo que dispare.

Como se dijeron muchas pavadas sobre ésto, es necesario que aclare que ninguno de los tres fue amenazado, salvo alguna que otra llamada telefónica que pudo ser obra de cualquier gil.

Mi admiración por el Che siempre estuvo en contradicción con el hecho de que no fuera más políticamente argentino, que no fuera capaz de entender al General Perón y que no se uniera estratégicamente a él.

También deseo aclarar que posteriormente el querido Héctor no fue desaparecido por su labor de guionista de historieta sino por su militancia en Montoneros. Esto no tiene nada que ver con Vida del Che, pero por amistad me siento obligado a dejarlo en claro porque existe mucha confusión con este tema que en mi opinión le quita valor a su sacrificio y al de sus cuatro hijas.

El libro, además de Argentina -hablo sólo de las ediciones legales, porque ediciones «piratas» hubo y sigue habiendo en muchos países-, se publicó en España, Italia, Francia, Alemania, Croacia y Grecia, y ahora me acaban de avisar que para este aniversario sale una edición en Portugal. Sin embargo, y vaya uno a saber por qué, el régimen cubano jamás permitió que se editara en la isla.

Fuente: InfoBae